domingo, 15 de junio de 2014

- Capitulo 2 -

El silencio indica la calma...

Nos miramos, corrimos, llegamos a uno de los edificios más pequeños del recinto del colegio. En su interior, por el camino apenas encontramos gente y si había estaban ya escondidos en las aulas.


Subimos las escaleras que conducían al primer piso, buscamos una clase abierta pero no la encontramos. Con gran rapidez ya habíamos recorrido el largo pasillo y desesperadamente habíamos roto la manilla exterior del baño y nos resguardamos allí, de manera que nadie desde fuera pudiese abrir la puerta.
Todos de pie en ese pequeño cuarto, nos mirábamos, no sabíamos que estaba pasando y esperando una respuesta todas miramos a Alba. Nos miro, tenía peor cara que nosotras, gotas de sudor se amontonaban en sus cejas y rodaban por sus mejillas, estaba pálida como la nieve y sus piernas torsionadas de una forma un poco estraña, acompañadas de unos temblores que la recorrían de los tobillos a la cintura. Era una imagen oscura, aterradora, tan aterradora como el pánico que ella sentia, ninguna eramos conscientes aun de lo que ella habia sentido y vivido en solo unos instantes.

Comenzó a explicarnos que durante la mañana un chico de su clase se había puesto agresivo, le había cambiado la cara de repente, se había puesto pálido casi sin más, había empezado a lanzar mordiscos al aire, el chico empezó a agredir a sus compañeros y varios salieron mal parados con algunos mordiscos, incluso dice que había intentado agredir al profesor, aunque sin éxito. El profesor les dijo que saliéran de ahí y que hasta que los servicios de ayuda viniesen nos buscásemos un sitio seguro y esperásemos allí.


Eso habíamos hecho, pero éramos cinco ratoncitos metidos en una madriguera sin salida y sin una ligera idea de lo que había en su exterior, sin nada que comer, sin nada con lo que defendernos de lo que fuese, los móviles no respondían y con desesperación que nos invadía todo el cuerpo.
Caímos redondos al suelo, nos mirábamos buscando que alguna dijese algo que pudiese solucionar la situación. Sabíamos que aquel sito era demasiado arriesgado para quedarse allí durante todo el día, había que salir aunque nadie tenía el valor para decirlo.


Se hizo un gran silencio, escuchamos pasos en el exterior, corrían, eran varias personas, aporreaban las puertas de las cases buscando a alguien que las abriese, sin éxito, llegaron a la sala de al lado la abrieron y se metieron allí, no sabíamos quién podía ser pero seguimos escuchando. Cerraron la puerta, pero no mucho más tarde quizá unos segundos que se nos hicieron eternos un fuerte golpe puso fin al silencio, un fuerte golpe que fue seguido de otro fuerte golpe.
Gruñidos y golpes, el miedo se apoderado de nosotras, sólo esperábamos que las puertas resistiesen y que sobreviviésemos en esa ratonera.



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